Me gusta leer, compartir ideas de la enología moderna, del político en curso o del local que traspasan en la calle Niceto; completar mis anotaciones con las impresiones de otros amantes a lo embotellado, y no fué distinto en este Rías Baixas donde los puntos blancos sobre negro himnotizan la mirada. Busqué opiniones en revistas, blogs y páginas especializadas en los que beben. Nadie la vió, pasó desapercibida entre la confusión y si alguien notó algo lo disimiló para no descarrilar entre la opinión del tumulto. El vino está abierto, esto es lo que pasó: En copa muestra un amarillo intenso donde ,sin aspavientos, merodea el verde; dorados cálidos de abajo hasta el ribete, que es el vértice de un metal precioso. En nariz, la primera oleada es de fruta tropical a las que amenazan los cítricos, con hinojo machacado y hojas verdes frescas pero como si hubieran sido estrujadas. Su olor no huele a las cosas, sino al jugo exprimido de estas mismas. En boca, la entrada es compacta aunque suave, durante el paso
la albariño me dió pistas, tuvo que rodear el vino cien veces mi boca para encontrarla. Su sabor tropical, que deja de serlo antes de poder adjudicarle un nombre, para darte sabores heterogeneos y de continuidad; sólo lo puedo comparar al paseo imaginario por la selva, donde se respira lo que pisas, donde la humedad da sazón a lo que muerdes y de un arbol que se esconde del camino nace la fruta perdida, que aún no ha sido encontrada, pero ya es el ingrediente secreto de un vino de Meaño, Pontevedra. Su intensidad, es la justa medida, para acompañar una mariscada o para un brindis previo a sentarse en la mesa. Envuelve, da cosas, sus sabores cambian y evolucionan en boca. Cuesta sobre unos 11,50 € y propone que sintáis la maduración natural de la fruta de 5 días, en los 10 segundos que aguantais el vino en boca. Además su albariño emula a una fruta que no existe. Tienes curiosidad?
la albariño me dió pistas, tuvo que rodear el vino cien veces mi boca para encontrarla. Su sabor tropical, que deja de serlo antes de poder adjudicarle un nombre, para darte sabores heterogeneos y de continuidad; sólo lo puedo comparar al paseo imaginario por la selva, donde se respira lo que pisas, donde la humedad da sazón a lo que muerdes y de un arbol que se esconde del camino nace la fruta perdida, que aún no ha sido encontrada, pero ya es el ingrediente secreto de un vino de Meaño, Pontevedra. Su intensidad, es la justa medida, para acompañar una mariscada o para un brindis previo a sentarse en la mesa. Envuelve, da cosas, sus sabores cambian y evolucionan en boca. Cuesta sobre unos 11,50 € y propone que sintáis la maduración natural de la fruta de 5 días, en los 10 segundos que aguantais el vino en boca. Además su albariño emula a una fruta que no existe. Tienes curiosidad?
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